El dinero no se toca

Paris Beauvais, el minúsculo aeropuerto recibía con normalidad a los aviones cargados de gentes de «bajo coste». El suelo estaba mojado y oscuro, por la lluvia, por la noche. Seis ruedas de maletas de «bajo tamaño» acompañaban a los recién llegados en su camino hacia la oficina prefabricada de coches de alquiler. La mujer que trabajaba allí esa noche de enero los recibió con amabilidades y sonrisas. Las lenguas, los nervios, los suspiros y los bostezos se mezclaron durante la espera del papeleo, los golpes descompasados en el teclado, los clics minoritarios y los cartuchos de impresora poniéndose a trabajar. Firmar, leer, guardar, prestar atención y pagar.

Pagar. Eso tan cotidiano y odiosamente necesario en esta convivencia actual. Dar y recibir dinero, ese útil y perverso intercambio que rige y condiciona nuestras leyes, nuestras vidas y nuestro comportamiento.

—Ça vous fera 92€ s’il vous plait

—Oui, voilá

—Non ! Non ! Non ! Je ne peux pas accepter ça ! Desolée !

 

—Serán 92€ por favor

—Sí, aquí tiene.

—¡No ! ¡No ! ¡No ! ¡No puedo aceptarlo! ¡Lo siento!

 

El billete de 100€ aguardaba en el mostrador ajeno al rechazo que su sola imagen había causado. La muchacha, que estaría probablemente en la treintena, reculó ligeramente anteponiendo sus manos que negaban a su vez expresando un: ¡aleja ese billete de mí! ¡casi lo toco!

Bonita paradoja. Había que pagar, pero curiosamente el dinero no le valía. De hecho, le sorprendía que alguien se atreviese a pagarle con dinero. Con dinero de verdad, claro.

¿Qué estaba pasando? ¿No podía aceptarlo porque era demasiado? ¿Le valdría quizás un billete del Monopoli? ¿Pago en especias? ¿Trueque? ¿Trabajo? ¿En qué mundo estaban? ¿No era, acaso, solo el país vecino?

En efecto, un país vecino pero lejano, al fin y al cabo.

Y es que el dinero efectivo no se toca. Al menos no cantidades ¡tan grandes! Ni allí ni en ninguna parte. ¿De dónde saca usted ese dinero? ¿Dónde está su tarjeta bancaria? ¿Es que se le ha olvidado su chequera?

¿Chequera? ¿Olvidado? Ni que fuera yo rica…o banquera, hubiese pensado en aquel principio de choque cultural sin imaginarme que no tardaría en ver a personas pagando con cheques en el supermercado. Pagar con cheque, eso parecía solo posible en las películas y en los bancos y solo para escribir cifras de más de tres ceros… Ahora, crear dinero en papel es otro trámite más del día, aunque el medio de pago más frecuente y aceptado es el plástico, ese sí tiene crédito.

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